Esta es una foto real, sin filtros, sin retoques. Es la cabina de teléfono de un pueblo llamado
Milagros
, en
Burgos
. Sí, una cabina, (¿hace cuánto no veíais una?) ese cubículo acristalado donde, antes de ser dominados por smartphones y tablets, nos metíamos para conectar con el mundo real cuando nos íbamos de vacaciones. ¡Por todos los dioses! Eso sí era desconectar, eso sí eran verdaderas vacaciones.
Allí estuve no hace mucho, durante un fin de semana rural de premeditada desconexión total. Conseguí tener el móvil encendido solo para poder recibir llamadas de "por si acaso". Pero nada de conectarme para decir dónde estaba, con quién y lo que hacía. Un fin de semana en el que solo las personas con las que estaba y yo éramos conocedores de lo que estaba pasando en cada momento. Algo que, parece, se nos ha olvidado hacer. Apagar el móvil y abrazar esos momentos privados que tanto valen y tan ricos saben sin twitter, instagramear o facebookearlos. Sin que los sepa nadie más que nosotros, los que verdaderamente los estamos viviendo. Así eran las vacaciones de antes, cuando desaparecíamos completamente, aunque ya no nos acordemos.
Allí estuve no hace mucho, durante un fin de semana rural de premeditada desconexión total. Conseguí tener el móvil encendido solo para poder recibir llamadas de "por si acaso". Pero nada de conectarme para decir dónde estaba, con quién y lo que hacía. Un fin de semana en el que solo las personas con las que estaba y yo éramos conocedores de lo que estaba pasando en cada momento. Algo que, parece, se nos ha olvidado hacer. Apagar el móvil y abrazar esos momentos privados que tanto valen y tan ricos saben sin twitter, instagramear o facebookearlos. Sin que los sepa nadie más que nosotros, los que verdaderamente los estamos viviendo. Así eran las vacaciones de antes, cuando desaparecíamos completamente, aunque ya no nos acordemos.
Re-aprendamos a desconectar (de vez en cuando) es más que necesario.
¡Felices vacaciones!
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